A finales del siglo XII, con la apertura del Sempione, nace una importante vía comercial que une Novara y Milán con el norte de Europa. Esta ruta será uno de los factores de crecimiento de la ciudad de Novara tanto para el desarrollo del mercado de pieles como para el paso de peregrinos que para evitar el Gran San Bernardo se beneficiarán de la Vía Francisca occidental. Florecen así, a lo largo del recorrido, los lugares de hospitalidad y las capillas dedicadas a Santiago y San Rocco, además de las dedicadas a San Bernardo de Aosta. De hecho, es una vía fascinante tanto para la memoria histórica como para la belleza de los paisajes. Al final del recorrido nos encontramos ante las reliquias de San Bernardo en la Catedral de Novara y el peregrino puede decidir si se dirige hacia Mortara para ir a Roma, o Vercelli para cruzar la Francigena en dirección a Santiago. Existe un vínculo directo entre el paso del Simplón donde los canónigos del Gran San Bernardo gestionan la hospitalidad desde 1825, con la ciudad de Novara donde está enterrado San Bernardo que fundó la misma congregación.